viernes, 5 de octubre de 2018

Damián Alcázar: ser generosos, ante todo

texto ANDREI MALDONADO

Para entender el cine mexicano de los últimos treinta años es necesario conocer quiénes han sido sus protagonistas, quiénes han estado detrás de la cámara y delante de ella, quiénes han contribuido desde sus trincheras para formar eso que llamamos el nuevo cine mexicano.

Uno de los nombres que no pueden faltar en la lista de responsables de construir el imaginario del cine nacional es sin duda Damián Alcázar. Hombre sencillo, humilde, sumamente comprometido con la actuación, el cine y las causas sociales. En Durango estuvo presente para ser parte de la planta docente del Centro de Cinematografía y Actuación Dolores del Río y aprovechamos para conversar con él sobre el séptimo arte, los cambios sociales y la vida.

¿Para ti qué es la actuación?
Es un asunto personal, el cine se hace en grupo pero con el esfuerzo personal y creativo de los individuos. Para mí actuar es darle voz a los que no la tienen. De pronto puedo ser el campesino que puede ser escuchado en una película con su historia. Puedo ser un obrero que se las ve difíciles para mantener a su familia con 80 pesitos con los que paga renta y transporte.

Tengo voz para hablar en nombre de ellos y eso es lo más importante para mí. Lo tienes en cada película como en cada obra de teatro. Tienes que investigar en qué momento se está contando esa historia, eso quiere decir que tengo que saber qué pasa en el marco histórico y social del momento, así haga yo a Shakespeare o Carballido o una película.

Aquí en Durango hice Chicogrande, que pasaba en la época cuando Francisco Villa andaba en la sierra solo, herido, mientras era perseguido punitivamente por los Estados Unidos ¿qué pasaba en esa época? ¿Cómo era la historia, qué buscaba ese hombre? Buscaba la mejora de los pobres, con la intuición de ser un mexicano que le importaba su gente. Todo eso te permite tener una conciencia, no puedes escapar, debes tener una conciencia de lo que vas entendiendo. Eso es actuar, y en el asunto técnico es darle vida a un personaje que no existe, que está escrito y tú como actor le das vida, ahora existe, respira, siente y piensa.


¿Qué responsabilidad tenemos quienes nos dedicamos al audiovisual (actores, realizadores) en una época altamente consumista?
No hay exactamente una responsabilidad más allá de hacerlo muy bien. La pregunta es individual también. No podemos decir que todas las películas o documentales tienen que tener una conciencia social, hay para todos. Lo que sí es que las nuevas generaciones normalmente hablan de lo que está ocurriendo en su entorno porque es lo más cercano que tenemos y es lo más cercano que queremos conocer.

La ficción es una cosa bien rara, muy particular que solo algunos realizadores logran hacerlo bien y la mayoría habla de su familia, de su barrio, de su ciudad, y eso habla de un conocimiento de su contexto. Lo que vemos son propuestas bien interesantes porque tienen que ver con la realidad de todos. Eso es en lo general, pero el artista puede hacer lo que quiera, sólo que lo haga muy bien. Al público hay que hacer que lo disfrute, que se emocione y principalmente que reflexione.

¿Por qué es importante descentralizar el cine en este país?
Es importante descentralizar todo. No es posible que la gente que está interesada en cierto tópico tenga que irse a la Ciudad de México. En los países de verdad, de avanzada, con una historia democrática de años, no se centralizan las cosas. El cine estaría genial que estuviera aquí en Durango, tienen las mejores locaciones y la mejor gente, que tendría más condiciones para mejorar su calidad de vida.

El cine vale la pena sacarlo de la Ciudad de México porque además es una ciudad caótica, con muchísima gente. Las personas que van a trabajar y se encuentran con que la calle está cerrada por camiones de filmación ya están hasta el gorro. Ya no quieren que haya cine en la Ciudad de México, hay que salirse.

¿Por qué es importante ser generoso en esta profesión?
Es importante ser generoso en la vida, en cualquier profesión. Si yo fuera dentista haría el mejor trabajo al mejor precio. Si yo fuera presidente municipal de una ciudad como Durango haría todo lo mejor para que los habitantes tuvieran espacios agradables, que los jóvenes tuvieran dónde crecer como los futuros adultos y que los turistas pudieran pasear y, como en Berlín y Ámsterdam, hubiera lugares donde pudieran echarse su ‘meadita’ (risas), eso sería útil para nuestros policías y obreros. En fin, hay que ser generoso en la vida, siempre. La mezquindad no da nada más que tristeza, rencores y violencia.


Háblanos un poco de La Ley de Herodes
La primera vez que leí el guion le dije al director ‘nos van a meter la cárcel’ (risas) él sacó la Constitución y me dijo ‘no nos van a meter a la cárcel’. Hicimos la película y sí, fue un parteaguas en el cine mexicano hace 20 años. Luego hicimos otra película, y otra, todas en pro de mejorar la vida de todos los mexicanos. Había que romper esa estructura férrea del poder absoluto para hacer la vida más estable, y uno hace lo posible desde su trinchera.

Terminamos la película y luego luego quisieron detenerla. Estábamos en Acapulco en el Festival de Cine Francés y el director, que era francés, nos dijo que la película no iba en la programación. Supe que eso era censura y entonces empecé a escribir, porque soy medio guarro y si hablaba empezaba a soltar picardías (risas).

El día de la inauguración presentaron todas las películas, en otras dos iba yo como actor, y nos hicieron pasar al frente. Entonces agarro el micrófono y digo ‘no sé por qué razón La Ley de Herodes está fuera de programación, claramente es un acto de censura. Es el año 2000 y nuestro presidente Zedillo ha asegurado que existe la libertad de expresión. La película no atenta contra nadie, solo es muy divertida’.

Entonces la gente, incluso los franceses, comenzó a gritar ‘libertad, libertad’. Al día siguiente pasó La ley de Herodes y de ahí nos fuimos a salas comerciales y duramos tres meses en las portadas de los diarios. Finalmente rompimos la barrera y desde entonces se puede hacer otro tipo de cine. La censura la aplica la gente insegura, la gente que sabe que lo está haciendo mal, si no no existiría.

A El Infierno le pusieron ‘solo para adultos’, cuando los niños pudieron verla con la piratería. La censura no debería existir, nadie puede decirnos qué tenemos que ver y qué no ver. Todavía quisieron aplicarle la censura a la película muchos años, pero las nuevas generaciones ya no se están dejando.


Miles de personas que salieron a votar esperan un cambio en México ¿El cine qué puede esperar?
El cine lo que necesita es expresión. En la Ciudad de México hacemos actualmente entre 70 y 100 películas, de las cuales podemos ver entre cinco o seis y las podemos ver cinco o seis días y se acabó, se van. Además las ponen en cines que quedan lejísimos, como de aquí a Gómez Palacio. Nadie puede ir a ver eso. Necesitamos exhibición.

El cine tenía el apoyo del estado. Esas grandes salas de cine recibían en un 70 por ciento apoyo para mantenimiento del estado. Eso era antes de la llegada de los tecnócratas neoliberales. Se podía ver cine de todas partes del mundo y mucho cine nacional. Eso cambió con la llegada precisamente del neoliberalismo, que ya va a pasar a la historia.

Los apoyos que se daban a las salas desaparecieron y quedaron en manos de tres consorcios, unos gringos (Cinemark), un minero muy rico (Cinemex) y los señores Rodríguez de Michoacán (Cinépolis). Se volvió un negocio, pero el cine no solo es eso. Es la manifestación de un pueblo, es la historia registrada, imagen en movimiento.

El cine es arte, es cultura. Si uno ve películas chinas aprende algo de esa cultura. Si uno ve películas mexicanas de los 40’s puede saber más de aquella época. El cine no puede ser tratado como un objeto de compra-venta, como un artículo comercial. ¿Es un gran negocio? Sí, sí es un gran negocio, pero también es una gran manifestación humana.

¿Qué le hace falta al cine de Durango?
Pues si yo fuera presidente municipal tendría una cineteca con dos salas, con muy buena tecnología. Una para exhibir el mejor cine de todas partes del mundo y otra únicamente para cine nacional. Porque las películas comerciales gringas ya tienen su espacio. No se trata de quitarle público a nadie, se trata de devolver a la gente el maravilloso placer que es el séptimo arte universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario