texto y fotografía ANDREI MALDONADO
Santiago de Chile, jueves 13 de abril de 2017. Aproximadamente a las 21:00 horas arribé al bar Pacto en el barrio de Providencia de la capital chilena, justo en la esquina de Granaderos y Manuel Montt. El lugar se encontraba abarrotado, por lo que tuve que sentarme en la última mesa disponible, pagando de último momento un acceso que debí haber liquidado con días de anticipación.
Recibí un pisco sour de cortesía y me dispuse a disfrutar de una hora de concierto de una de mis bandas favoritas. Al escenario entraron los músicos quienes presentaron además el videoclip de su nuevo sencillo. El argumento de haber atravesado más de 8 mil kilómetros para verlos me llevó a tener sus discos autografiados y sentarme a la mesa con ellos a charlar un rato, compartir un cigarrillo y tomarse las respectivas fotografías del recuerdo.
¿Por qué hasta ahora narro este momento? No lo sé. Los textos, como los viajes, parecen ser planeados, pero en realidad son ellos quienes nos encuentran, nos reclaman cuándo ser abordados. Pese a la distancia temporal siento como si ese encuentro hubiera ocurrido instantes antes de empezar a escribir estas líneas. El repertorio de canciones, el sabor de los entremeses y mi garganta irritada siguen vívidos en mí como lo estaban aquella noche.
A todo esto no les he dicho de qué banda estoy hablando. Me refiero a Saiko, agrupación chilena formada actualmente por Deniss Malebrán en voz, Luciano Rojas en bajo, Roberto Bosch en batería y Carlos Azócar en guitarras. Originalmente esta agrupación nació como un cuarteto de synth pop, pero con el tiempo atravesaron diversas transformaciones que los llevaron a diversos viajes entre el rock, el pop y el electrónico.
También en su integración se vieron transformados. Denisse y Luciano, miembros actuales, iniciaron la aventura junto a Rodrigo Aboitiz e Iván Delgado. Los tres varones del grupo tenían un pasado en común: La Ley. Querían iniciar su propio camino después de separarse de la icónica banda liderada por Beto Cuevas y decidieron hacerlo con una voz femenina, ritmos electrónicos y oscuras letras, elementos que los volvieron “el Garbage chileno”.
Juntos lanzaron los discos “Informe Saiko” y “Campos Finitos”, en los principios de la década pasada. Delgado salió del grupo y Aboitiz pasó a ayudarles fuera de los reflectores. Integraron formalmente al baterista Javier Torres, quien ya venía colaborando con ellos años atrás, y llegaría al bajo Jorge Martínez. Con esta alineación lanzaron “Todo Saiko” y “Las Horas”. Para “Blondie” apareció en lugar de Martínez Esteban Torres en bajo y regresó Rodrigo.
En 2007 Denisse Malebrán anunciaría su salida del grupo para iniciar su carrera de solista y entonces aparecería Marcela Castro, conocida en el ambiente musical como “Thais”, y junto a Javier y Luciano crearían el disco “Volar”. Esta formación no fructificó en un segundo disco y fue necesario el regreso de Denisse en 2012 para que naciera “Trapecio”, un nuevo disco que marcaría la integración de un nuevo trío: Malebrán-Rojas-Aboitiz.
Tras el lanzamiento del disco en vivo “Sigo quemando infinitos” en 2014, Rodrigo Aboitiz se alejó del grupo y entonces la nueva formación hizo su aparición, con la cual Saiko lanzó el álbum “Lengua Muerta” en 2017. Y es en ese punto en el que el relato regresa al inicio, a mí en un asiento del bar Pacto escuchando por primera vez en un concierto acústico a una de las bandas de mi vida, presentando su sencillo “El regalo”, alegoría de un destino.
Un gusto enorme conocer en persona a Luciano, al cual admiro desde su trabajo en La Ley, la banda de mi vida. Igualmente un gusto poder abrazar a Denisse, una maravillosa persona que afortunadamente es mi amiga en redes sociales. No sé cuándo vuelva a visitar tierras chilenas, pero espero que cuando esto suceda tenga otra oportunidad de estar en un concierto de Saiko y corear nuevamente “Cuando miro en tus ojos” o “Lo que mereces”.
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