lunes, 24 de septiembre de 2018

Editorial: La función de los espacios culturales

texto ANDREI MALDONADO
fotografía ARCHIVO

Muchas veces damos por hecho que las cosas, tal como las vivimos, han estado y estarán ahí siempre. Personas, empleos, cosas, edificios se vuelven una parte más de nuestro diario vivir e ignoramos el principio básico de que todo en esta vida cambia, nada permanece. Como se diría científicamente las cosas no se crean ni se destruyen, sólo se transforman.

Es así que los espacios culturales a los que nos habituamos y pasamos por delante de ellos diciendo “bah, vendré mejor después” puede que un día simplemente ya no estén, o que su función original ya no se cumpla como tal porque el administrativo a su cargo fue remplazado o las políticas públicas de un gobierno nuevo no cuadran con lo que se venía haciendo.

Los cineclubs y cinetecas son espacios alternativos que destinan su tiempo de exhibición a películas de arte tanto nacionales como extranjeras, mismas que no encuentran espacio en salas comerciales o bien son clásicos que no toda la gente alcanzó a ver en la gran pantalla; además brindan espacio a creadores locales y albergan en ellos actividades paralelas como cursos y talleres.

Hoy en día, con la flexibilidad que han puesto de su parte autoridades gubernamentales a nivel federal como el Imcine o distribuidoras y exhibidoras a nivel nacional resulta realmente incomprensible que las cinetecas y cineclubs exhiban cine comercial que acapara no solo las salas de cine sino también se encuentran disponible en línea, en DVD o en televisión abierta.

Es imprescindible que aquellos que están al frente de estos espacios conozcan la responsabilidad que tienen hacia un público ávido de buen cine de calidad, y que no se vayan por la fácil de programar películas que si bien tienen mucho contenido son ya un lugar común; también deben aprovechar sus audiencias para ofrecer cine-debates, charlas y talleres, especialmente a los jóvenes.

Desde hace treinta años Durango cuenta con el cineclub Universitario de la UJED, el cual ha sobrevivido incluso al desinterés de algunos de los rectores de la máxima casa de estudios, y desde hace 20 años de una Cineteca como pocas ciudades tienen, en una auténtica sala de cine. Otros esfuerzos han surgido en distintos cafés refrendando la naturaleza cinéfila de la ciudad.

No echemos por la borda todo el esfuerzo y los largos años de experiencia que se tienen y rescatemos estos espacios para que cumplan al cien por ciento con su objetivo: ser una ventana para el verdadero cine. En el público está la responsabilidad de demandar más de aquellos espacios que sean administrados por el gobierno, pues estos funcionan con nuestros impuestos.

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