por ANDREI MALDONADO
En 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México, que, en teoría, vendría a ser el puente comercial que permitiría el desarrollo equitativo de las diversas industrias de las tres naciones norteamericanas.
Lejos de cumplir lo convenido, dicho convenio ha rezagado a las diversas industrias mexicanas, las cuales no tienen esa supuesta “libertad” de entrar en el mercado anglosajón, libertad que sí poseen nuestros vecinos del norte. Dentro de las industrias afectadas no podría estar exenta la cultural, una industria que ya estaba golpeada internamente debido a la idiosincrasia del pueblo y del gobierno, y que ahora sufre además de los bloqueos globales.
Y es que lejos de un discurso apocalíptico sobre el impacto de la globalización y la transculturalización, lo cierto es que la producción de material artístico local a gran escala se ve empequeñecido por la importación extranjera, aún peor, que esa producción foránea proviene de un sólo país.
El cine es un claro ejemplo de lo aquí planteado a raíz del texto "Todos tienen cultura ¿Quiénes pueden desarrollarla?" de Néstor García Canclini. Los números no engañan. García Canclini nos muestra en su trabajo unos datos expuestos a su vez por Víctor Ugalde en 2004, donde claramente se muestra una relación proporcional de la caída de la producción y exhibición de películas nacionales con un crecimiento abrumador del celuloide Hollywoodense.
Los norteamericanos hicieron crecer su industria fílmica de 459 producciones por año a 680 durante la década de los noventas, en tanto que México vio reducida su productividad de 747 a 212 largometrajes durante el mismo periodo. Esto es que en ese déficit de 532 filmes se perdieron miles de empleos, quiebres de casas productoras y un público que poco a poco fue interesándose por los géneros fuertemente elaborados por Hollywood: acción, trhiller y terror.
Parte de estos nuevos condicionamientos también viene de la mano de la trasnformación en la distribución fílmica y su exhibición. El TLC también trajo consigo que muchas casas productoras fueran absorbidas por grandes emporios y que se introdujeran los multicinemas, llevando a la extinción total de las salas convencionales, operadas mayormente por gente dedicada al cine, gente mexicana.
Y es que el tema no es un miedo a lo extranjero. Al contrario, nuestro país siempre se ha destacado por la generación de festivales internacionales, así como de participar en los que se desarrollan fuera de nuestras fronteras. La problemática radica en que el 96 por ciento de las películas que se exhiben en salas de nuestro país provienen de Estados Unidos, mismas que ocupan por largas semanas la cartelera, dejando en cantidad y tiempo de exhibición muy atrás a producciones nacionales, latinas y europeas.
Sin duda alguna que las nuevas tecnologías, así como la posibilidad de conocer el arte y la cultura de cualquier parte del mundo gracias a la globalización, son factores que contribuyen a la difusión y conocimiento, tanto de productores como de audiencias. Sin embargo parece que el daño es mayor a los beneficios.
No sólo promover festivales, sino facilitar a los jóvenes, a los nuevos creadores, la posibilidad de que ellos engendren nuevos proyectos. Esto es eliminar la burocracia existente, provocar que los particulares se involucren más en el otorgamiento de apoyos. Que las escuelas sean también el pretexto para parir nuevo conocimiento a partir de los medios audiovisuales, del cine y de cualquier expresión artística. Que haya espacios, que haya medios.
Pero también se necesita una reforma de pensamiento. Si no dejar de ver películas americanas, sí darle oportunidad a las producciones nacionales y latinas. Buscar contenido, antes que publicidad.
Ok, estoy de acuerdo con lo señalado pero... ¿podrías mejorar tu ortografía?...
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