martes, 18 de julio de 2017

Alien: Covenant o sobre el origen de las especies

texto ANDREI MALDONADO

En un principio, David creó los cielos y la tierra…

Cuando se publicó “El origen de las especies” de Charles Darwin en 1859 comenzó un amplio debate con respecto a la transmutación de las especies que chocaba con la idea de una teología natural perfectamente diseñada por un ser superior. La Iglesia no concebía la idea de que entre los animales y los seres humanos hubiera una relación directa de biología evolutiva ¿dónde quedaría Dios en todo esto?

Si en Prometeo (2012) Ridley Scott ya nos había planteado cuestionamientos existenciales en torno a que el origen del hombre provenía del espacio, en Alien: Covenant el director de Blade Runner no abandona esa directriz por la presión ejercida tanto por el público como por la propia Twenty Century Fox de traer de vuelta al Xenomorfo. Al contrario, da un giro tremendo al agregarle un ingrediente fundamental al arché primigenio que significaba la sustancia negra de los “ingenieros”: David.

Es un acierto del experimentado cineasta abrir la película con el sintético que tanto perturbó en la precuela de la saga Alien. David, quien fue diseñado para imitar cualquier emoción humana sin sentirla y tomar decisiones que a los humanos les parecieran “poco éticas”, es el motor de la cinta, aún más que el icónico monstruo. Cuestionando el por qué debería estar a la órdenes de un ser que, pese a ser su creador es inferior a él por su condición de mortal, David traza en ese momento el orden de la película.

Todo lo demás hasta el punto del encuentro con el único sobreviviente de la nave Prometeo pareciera un simple trayecto, mero trámite, pero no. Mantiene el suspenso y permite ubicarnos en la línea que guarda este film con su antecesora, con el encuentro de una grabación extraña, el descenso a un planeta “escondido” en el confín del universo, hasta el encuentro de la nave de los ingenieros estrellada y las imágenes de Elizabeth Shaw, último humano sobreviviente del viaje a LV-223.

Scott nos devuelve al terror de la primera entrega de Alien, ese temor al espacio que se ha ido perdiendo por la sobre explotación de películas del género y los avances en la tecnología, un temor a cosas que parecieran tan obvias, pero que ignoramos, como el hecho de vida microscópica, hostil vida microscópica que se incuba en los humanos para engendrar nueva vida, una aún más hostil, que romperá esófagos, cajas torácicas o espaldas para nacer, una visión violenta del estado de pregnancia.

El Neomorfo no solo es una criatura que busca hacer más robusto el guion, es un ser que da certeza a la zoología fantástica que Ridley viene creando desde Prometeo y el responsable de ella resulta ser David, quien cansado de ser un no-ser se convierte en Dios y da principio a la manipulación genética. Se nos revela su perversidad a la hora que confronta a su “hermano” de nueva generación Walter acerca de su desprecio hacia la humanidad y su deseo de crear una especie que de verdad sea “perfecta”.


Es entonces que el Xenomorfo hace su primera aparición en una escena que evoca dignamente a la famosa obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, “La creación de Adán”, saludando –más que dándole el toque de vida- al nuevo ser. David se resiste a “servir en los cielos” y prefiere “reinar en los infiernos” y demuestra lo cierto que era la frase con la que inicia Dante Alighieri el viaje de Virgilio en La Divina Comedia: “el camino al paraíso comienza en el infierno”, tomando el lugar de Walter para convertir el plan de escape de la humanidad, Origae-6, en su nueva caja de Petri.

Han sido muchos los elementos que Ridley Scott integró a esta cinta, desde los meros guiños de El octavo pasajero (la música y cómo se nos presenta el título de la película) hasta el de las referencias literarias como la de Robinson Crusoe (la isla en la que está varado David desde hace 10 años) y la del poema Ozymandias, donde David parece compararse con el faraón egipcio relatado por Shelley con la famosa línea “¡contemplad mis obras poderosos, y desesperad!” al recordar cómo acabó él solo con los ingenieros.

Y así como se han visto estos elementos existen muchos otros que no son referencias o geeks, sino que forman parte del discurso vertebral de la película como es el concepto de amor para David, quien asegura haberse enamorado de la doctora Shaw, sin embargo se descubre veladamente que en realidad Elizabeth sirvió para engendrar los monstruos surgidos de la mezcla de la sustancia negra con los animales nativos del planeta y que a la larga traerán consigo la generación de la famosa criatura.

Se distingue claramente también un acercamiento con los Replicantes de Blade Runner incluida una escena que ruborizó a muchos por el beso que le da en la boca a Walter y un diálogo digno del relato ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y que hasta el día de hoy desconcierta a los espectadores: “¿Cuándo cierras los ojos, sueñas conmigo?”.

Y si hemos hablado de la relación de la literatura y la filosofía con el discurso de Alien: Covenant no podemos dejar de lado a la pintura, la escultura y la música: la primera, con el cuadro “La Natividad” de Piero della Francesca, pues el nacimiento de Jesús desde el vientre de una virgen toma sentido si recordamos que Elizabeth Shaw era infértil y “gracias” a David da vida a la extraña criatura cefalópoda en Prometeo (y al parecer da vida a los huevos de Xenomorfo también).

La liga con la escultura se da con el David de Miguel Ángel, obra que le da nombre al androide y que busca replicar su perfección en el diseño del Xenomorfo; y por último la música con “La entrada de los dioses al Valhalla” de Richard Wagner, que no solo nos vincula con 2001: una Odisea del Espacio, también con la mitología nórdica, pues esta pieza es la elegida por David se dispone a manipular la genética humana.

Estamos ante un nuevo clásico del horror y la ciencia ficción ¿Qué el entramado de la franquicia se ha complicado? Sí ¿Qué Scott deja más preguntas que respuestas? Sí, y eso es un acierto, pues nos deja esperando todo, ya que de las mil teorías que se tenían de lo que sería “Paraíso” (título que pretendía ponerle a la película) Ridley nos dio otra totalmente diferente con Alien: Covenant y si tenemos en cuenta los caprichos de la Fox entonces todo puede ocurrir, pero de entrada se agradece una propuesta tan cerebral para una película que muchos podrían pensar “palomera”.

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