texto ERIC EDUARTE VILLA
Libertad, qué palabra tan bella y complicada de conquistar. Cuántos intentos se han hecho para alcanzarla, día tras día, año tras año se busca ese anhelo. El documental de Rodrigo Reyes retrata apenas un poco de ese peregrinar de miles de indocumentados que buscan el llamado sueño americano.
De entrada es apreciable el trabajo visual llevándolo a un contexto cinematográfico. Con sonidos que perturban los oídos, dejando una incomodidad auditiva y no, no es algún error o defecto de sonido, así de incómodo se sienten estos temas y se vuelve más incomodo con las escenas de un don nadie ejecutado, que no era un don nadie, era una persona con familia y ganas de vivir, un funeral donde te preguntas ¿Por qué pasa todo esto? ¿Por qué vivimos así?
Desesperante, inquietante, desgarrador, trágico, volviéndose una transgresión al ojo y al sentir humano. No resulta digerible pero al mismo tiempo lo es, ya que estamos viendo la realidad del entorno en el nos desenvolvemos. Y nuevamente las imágenes nos demuestran que las fronteras se pierden en la vista natural del paisaje verdoso o desértico, las aves cruzan sin peaje ni pasaportes, no es sólo ver la cruda realidad de las ciudades fronterizas de México-Estados Unidos, es un mensaje hacia esa libertad, donde todo inicia, ese sueño que esperamos alcanzar un día, no sólo en las fronteras sino en todos los sentidos de la vida.
Al final del documental todo debía ser fiesta con el canto de la ‘Mañanitas’ pero al ver que le cantan a un muerto, en un panteón, difícil describir el sentimiento, ¿aplaudir o no aplaudir con este trabajo? sólo algo es seguro, lo que resulta al terminar la proyección.
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