miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los que se quedan: el otro lado del “american dream”

texto ANDREI MALDONADO

Miles han sido las historias, ficcionadas o documentadas, que el cine y la televisión han explotado en torno a la migración. Desde la vida en las fronteras y la travesía en el desierto, hasta cómo se ganan la vida aquellos connacionales que dejaron atrás a sus familias por perseguir “el sueño americano”. Pero ¿qué pasa precisamente con esas familias, hijos, padres, esposas, los que se quedan?

La recurrencia de Juan Carlos Rulfo por sus protagonistas favoritos –el olvido, el recuerdo y la memoria- cobran vida en Los que se quedan. Puebla, Michoacán, Zacatecas y Oaxaca, donde habitan decenas de familias que tienen a quien echar de menos. Hombres y mujeres que dejan sus sitios de origen por buscar una vida mejor y con ello darles una mejor vida a los suyos en México.

Escena 1: “El recuerdo”: una niña extraña a su padre. Lo único que tiene de él es su voz a través del teléfono, viajando miles de kilómetros hasta ella, que no olvida como cada vez que viene a visitarla él se va, dejando únicamente un beso en la frente en plena madrugada y la pregunta constante: “¿volverá?”

Escena 2: “La memoria”: un hombre se da tiempo para degustar los platillos que tanto ama. Fiesta con la familia, discutir con su mujer. Cada tradición y acto repetitivo conservado en el inconsciente. La repetición ha dejado huellas en su piel, lo que hace más difícil su despedida y se pregunta: “¿volveré?”

Escena 3: “El olvido”: un hombre ante la cámara advierte que lo más triste son las razones por las cuales muchos compatriotas no regresan: se han olvidado de sus raíces, ya no se sienten parte. Ante el lienzo charro que le construyera a su padre con el dinero conseguido en otras tierras se responde: “¿por qué volvimos?”

La vida para quienes se quedan en México no es más sencilla que la vida de quienes han partido con rumbo al norte y ese quizá sea el legado más importante que Juan Carlos Rulfo deja con su trabajo: acá, de este lado del río, la memoria perdura, el recuerdo habla y no hay lugar para el olvido.

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