martes, 15 de noviembre de 2016

Desierto adentro: el perdón que no llega

por ANDREI MALDONADO

La culpa ha sido, durante eones, el motor de los mejores y peores actos de la humanidad. A través de ella decenas de religiones han sentado sus bases para que los miembros de las congregaciones se apeguen a los dogmas so pena de la expiación, de las flagelaciones y los actos de arrepentimiento logrando el buen comportamiento de sus fieles… pero también los peores crímenes.

En Desierto Adentro (2009) el desierto toma vida como protagonista de una metáfora bíblica, siendo este un lugar sumamente visitado por varios de los personajes del Antiguo Testamento. Fieles creyentes de la palabra de Dios como Moisés, José, Abraham y hasta el mismo Jesús, que sufrieron del destierro auto-inducido en búsqueda de respuestas y perdón.

En la cinta Rodrigo Plá construye no un drama sino una tragedia al más puro estilo de Buñuel en donde Elías (Mario Zaragoza) se aísla en el desierto junto a sus siete hijos impulsado por la culpa de no apoyar el movimiento cristero, mismo que le costó la pérdida de su hijo Aureliano. Como presagio de la tragedia su octavo vástago, quien nace con la muerte de su mujer, recibe este nombre.

Llueve en el desierto, premonición de desgracia. Convencido de que Aureliano es un regalo divino, Elías lo mantendrá aislado del pecado, la enfermedad o la suciedad, esperando la señal que signifique que allá en los cielos su error ha sido perdonado. Pero algunas señales son invisibles para aquellos que no quieren ver, y para aumentar la culpa nada peor que la laceración.

Con ciertos elementos reconocibles de la tradición bíblica y del cine filmado por Alejandro Jodorowsky en El Topo y de Arturo Risptein en El Castillo de la Pureza, Plá consigue fabricar una obra maestra en donde cada uno de los pasajes de la historia cobran fuerza con las imágenes alusivas a la religión. Sencillamente la cinta que a Luis Buñuel le habría gustado filmar.

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