texto ERIC EDUARTE VILLA
Al final el encender un cojín de un hotel termina de fulminar las vacaciones de una familia, una serie de acontecimientos va desgarrando lo que debía ser la unión de padre, mujer e hijo. Sólo hay conflictos; el padre rebelde, la madre harta y un niño en la exploración de este mundo. Una semana que de Santa no tiene nada, forzada para incluirla en unos de los días de más paz para la religión católica. Sin embargo la historia nos cuenta que sus protagonistas fijaron una de las semanas más violentas hace más de dos mil años. Puede que la cinta haya reflejado esa violencia, de una forma más sutil, no siendo extremista.
Fuera de la representación del pasaje bíblico, aún se sigue esperando la continuidad de las escenas ¿dónde está lo qué sigue? Tras la llegada de estos tres personas a su destino vacacional no se puede evitar la comparación con la cinta mexicana Club Sándwich, donde tres personajes conviven en un destino vacacional y llegan a un clímax dramático abordado con un poco de comedia; acá se intenta llegar a ese destino: las situaciones están ahí, al parecer no se quiso arriesgar.
Unas vacaciones de un fin de semana donde siempre queremos quedarnos más días pero el bolsillo no alcanza, algo similar parece haber pasado en la cinta, sólo nos deja con la tranquilidad de que no hayamos ido a prisión por no haber pagado el hospedaje, de haber quemado un cojín junto a la piscina, de haber despertado a los vecinos de otras habitaciones por las noches, de que no nos haya matado la esposa por habernos ido con otras chicas a pasar tardes románticas o de placer sexual.
Unas vacaciones para el olvido, de esas que nos da vergüenza contar, una película con ese mismo sabor de boca.
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