por ANDREI MALDONADO
Escuchar el apellido Ripstein indudablemente nos remite a cintas como El lugar sin límites, El Castillo de la Pureza, Profundo Carmesí, entre otras grandes historias que han marcado un antes y un después en la historia de la cinematografía nacional. Aún bajo el peso de tal argumento Gabriel Risptein, continuador del legado familiar en el que resalta su padre Arturo, considera que el apellido no pesa, pues ante todo es un cineasta y no un improvisado.
Convencido de hacerse un nombre propio en el séptimo arte Gabriel se presenta con 600 Millas, cinta en la cual interviene nada más y nada menos que Tim Roth, quien con todo su amplio bagaje actoral lejos de complicarle la vida al novel director le aporta un dinamismo natural, demostrando que hay tantas versiones de él como personajes ha interpretado, haciendo de éste un Tim completamente diferente al de Perros de Reserva o al de Los ocho más odiados.
Mostrando una historia donde la relación de amor-odio de la cultura norteamericana con el uso de armas se entremezcla con su miedo al narcotráfico mexicano, Ripsten (no el hijo, no el heredero, solo Risptein) consigue armar un relato sólido que se fortifica aún más con la brillante actuación de un Krystian Ferrer cada vez más maduro, más curtido por el cine. Como diría el propio Gabriel “la amistad nace con el cine” y el cine sin duda es su amigo.
Esto se hace más que evidente en otro aspecto de la ópera prima: su semejanza con las películas de su amigo Michel Franco, quien en Chronic también aprovechó las virtudes histriónicas de Roth y efectuó decenas de planos secuencias y tomas fijas como ahora Gabriel lleva a cabo en 600 Millas consiguiendo el mismo impacto: la cercanía con la realidad, una realidad fílmica que puede ser igual de estremecedora que la vivimos todos los días.
No sabemos qué otras historias se encuentren en el futuro cinematográfico del hijo del gran Arturo, pero seguro es promisorio, pues así como su padre ingresó al mundo del cine golpeando fuerte la puerta de la historia del celuloide nacional, Gabriel llega con armas de asalto a tomar su propio sitio, pues el talento no es cosa de herencia, más allá de los premios, más allá de las críticas.
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