por ERIC EDUARTE VILLA
¿Por qué no abandonar un sitio desolado y que parece que no volverá a tener la vida que un día tuvo? ¿Cuántos lugares existen así?
Uno de ellos se encuentra en el estado de Sinaloa, San Marcos, un pueblo desaparecido por la crecida del río que inundó la comunidad por la construcción de una presa y dejó una singular historia que llamó la atención de la joven cineasta Betzabé García, que se vio atraída por unas personas que se han negado a dejar lo único que tienen, su hogar, en un pueblo fantasma que alguna vez tuvo un ritmo vivencial de cientos de familias.
La llegada de Betzabé a San Marcos le entregó una nueva visión y el objetivo de dar a conocer las causas que originaron la catástrofe que obligó a los habitantes a abandonar su tierra, que para lloverles sobre mojado sufría las consecuencias del narcotráfico y la presión de criminales hacia la gente del campo.
Con sus cámaras instaladas en un tortillería que despacha a un pueblo sin gente, a unos niños que tocan en el centro de la plaza para nadie y un adulto que reconstruye banquetas para personas que no existen, un pueblo casi fantasma se aferra a morir ¿Quiénes son ellos para no irse de ahí y no buscar una vida más acomodada? Cerca de quedar enterrado por la naturaleza y con un pasado indignante que provocó su desolación, la directora inmortaliza los sueños perdidos de un lugar que hasta su último habitante cuenta una historia.
La directora relata que su permanencia en el pueblo de San Marcos sintió una sensación extraña y loca, como encontrarse en un ambiente apocalíptico, llegó a preguntarse ¿Por qué estaba ahí? Sabía que su inquietud de descubrir historias y contarlas es la que la movía a ir a ese tipo de lugares.
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