jueves, 26 de mayo de 2016

Dorado 70: Crónica de un adiós para un cine

texto y fotografía ERIC EDUARTE VILLA

8 de Julio de 1971, en pleno festejo del aniversario de Durango, justo en el centro de la capital, se levantaba un ícono más de las salas de cine, el complejo de los Cinemas Dorados 70´ llegaba al norte del país.

Aquellos días era un asombro asistir al cine, como aquel asombro que causó las primeras proyecciones de los hermanos Lumiere en París a finales del siglo XIX. En el Dorado los boletos se agotaban para cada función para ver las míticas cintas del Santo, las comedias de Cantinflas y Tin Tan o las inolvidables películas de la India María, además de aquellas cintas de cabaret y ficheras en horario nocturno.

Sala del Dorado, te llevas no sólo aquellas funciones, sino también la memoria de muchos cinéfilos que durante tres décadas se emocionaron y se enamoraron de ti. Ahora nos queda ver los multicinemas donde la capacidad de cada una de sus salas no llega ni a la mitad de lo que fueron aquellos enormes aforos que alguna vez se vieron tan imponentes como una catedral, catedrales del cine.

1 marzo de 2016 será la otra fecha por la que se te recordará por haber albergado al último espectador, que en silencio, en plena oscuridad, esperaba que se iniciará la proyección que nunca llegó, porque el Cácaro que tantas veces te cuidó ya no estaba más en esa cabina que ahora quedó llena de polvo y de viejas cintas de 35 mm que también dijeron adiós hace algunos años. Tus antiguos proyectores fueron despojados de tu pequeña habitación mágica.

Un espectador sin palomitas, las que dejaron hace mucho tiempo de hacerse en tu dulcería que hoy luce oxidada. Sí, con algunas cuantas al fondo de esa cubeta metálica, las que se quedaron cubiertas de polvo, las que nunca fueron el placer de algún cinéfilo y que serán testigos de tu partida.
Sólo queda recordarte Cinema Dorado 70´ como se recuerda a muchas salas ya extintas, a no ser que llegue un héroe y te salve. Serías afortunada, pero este último espectador, sentado en una de tus ya obsoletas butacas, no cuenta con lo suficiente para hacerte despertar una vez más. Sólo queda decirte gracias y hasta siempre…

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