domingo, 10 de enero de 2016

Tarkovski, imprescindible

texto NITZIA RUIZ ZAPATERO

Resulta imprescindible para el séptimo arte y su historia hacer alusión a la aportación del cine soviético, propuesto de inicio por el gran Sergei Einsenstein y seguido por un director, escritor y actor que será considerado por muchos el mejor de todos los tiempos: Andréi Tarkovsky.

Siendo uno de los máximos representantes del cine ruso por el grado receptivo que logra con el espectador, encontrando en sus películas las más hermosas escenas y composiciones, fotogramas cargados de información; películas controvertidas que han sido catalogadas como lentas o difíciles de entender por el intenso grado de intimidad y profundidad que alcanzan, una verdadera muestra de lenguaje cinematográfico, lenguaje creado por un poeta del cine.

Hablar de su legado y filmografía representa una exhaustiva tarea, por ello, una relación de coincidencia con el séptimo arte y la curiosa anécdota cuando se preguntaba a Tarkovsky sobre su retiro, la explicación era que, una bruja le había dicho que solamente serían siete sus películas, y así fue, y le dijo también que serían siete importantísimas películas del cine, y así fue también.

La primera de ellas, La infancia de Ivan (1962), está basada en un relato de Vladímir Bogomólov sobre el periplo de un niño de doce años que queda huérfano durante la Segunda Guerra Mundial y es "adoptado" por los soldados.

En 1966, una película épica de 205 minutos, Andrei Rublev, sobre un místico pintor iconográfico medieval, describe la era del terror de los mongoles y los tártaros a principios del insalubre siglo XV, filme que en sus épocas las autoridades prohibieron por rigor histórico, violencia y por ser aterradora, no obstante es catalogada como su primer gran obra maestra.

Solaris, filmada en 1972, dice ser la respuesta de Tarkovsky a 2001 de Kubrick, la cual consideraba fría y estéril; sin embargo de ella heredó sus tomas XXL y los meticulosos encuadres simétricos. Solaris ganó el gran premio del jurado de Cannes.

The mirror (1975), basado en un proyecto autobiográfico sobre la infancia del realizador, se titulaba originalmente Un luminoso, luminoso día, un verso del famoso poeta Arseniy Tarkovski, su padre.

Stalker (1979), un verdadero thriller psicológico, la destreza sumamente destacable de Tarkovsky para jugar con la mente del espectador, imágenes completamente inolvidables, belleza y suspenso inteligente.

Nostalgia, realizada en 1983, narra la historia de un escritor que al sentirse asfixiado por el típico vacío existencial que les sucede a los intelectuales cuando les llega el éxito, escapa de su infeliz matrimonio y huye a la Toscana, donde todo es sepia, donde conoce a un señor que le advierte del fin del mundo, situación que lo pondrá a reflexionar.

El Sacrificio (1985) Los amigos y enemigos de un crítico de teatro viajan a su isla para celebrar su cumpleaños, la radio interrumpe para declarar la II Guerra Mundial, una película sobre la guerra fría que para muchos tiene una tendencia bergmaniana, acompañada de la inspiración y admiración por Buñuel.

Añadido a su filmografía, en su ensayo Esculpir el Tiempo, pondrá en manifiesto parte importante de su legado, siendo un texto de relevante en las artes. En este, Tarkovsky considera al cine como el arte supremo, escribiendo a todos aquellos interesados en conocer al artista detrás de las películas, a aquellos que buscan hacer una mejor lectura de las películas (no solo de las suyas. sino de cualquier película), lecturas donde podamos clarificar qué se habrá querido decir y cómo es que se contó.

Tarkovski criticó al cine de producción de obras no artísticas, al cine comercial, y sobre todo, apostó por el cine que busca sensibilizar, convencido de que el séptimo arte debe ser “un medio para explorar los problemas más complejos de nuestro tiempo”. Ingmar Bergman, su mejor alumno, lo consideraba el máximo cineasta. Akira Kurosawa y Roberto Rosellini, sus grandes seguidores.

Un cineasta interesado en el hombre y la búsqueda de respuestas de la vida misma, profundizó sobre la decadencia de la verdadera espiritualidad en la sociedad moderna y la incapacidad de la humanidad para responder a las demandas de la tecnología. En nuestros días, donde lo tecnológico diariamente es potenciado, las reflexiones y experiencias que el legado de Tarkovsky ha compartido seguirán trayendo frutos al presente, poniendo al infinito en lo finito de cada una de sus películas.

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