por ANDREI MALDONADO
¿Es realmente necesario recibir un premio para saber si nuestra obra es valiosa? Para el mundo actual, heredero del estructuralismo del siglo XX, parece que sí. Esto lo vemos reflejado fuertemente en el cine, cuando las tapas de los DVD´s se llenan del palmarés obtenido por las cintas.
Más de una vez he escuchado frases como “cómprala, estuvo nominada al Oscar”. Ciertamente la calidad y los galardones van de la mano, sin embargo hay otro tanto de filmes que nunca recibieron un reconocimiento y son infinitamente superiores en contenido a las “multipremiadas”.
Otro efecto deleznable de este fenómeno de la “premieitis” es la facilidad con la que cualquiera se “sube al carro” de los ganadores. Explico. Cuando un director mexicano es nominado a los Oscars solemos escuchar expresiones como “vamos México” o “claro, es mexicano” o “están dejando en alto el cine del país”. Aclarar, el que sean mexicanos no convierte a sus películas en parte del cine mexicano.
Ejemplo de esto es Alejandro González Iñárritu, recientemente nominado a mejor director por Birdman, la cual acaparó otras ocho nominaciones. Salvo sus inicios como publicista y por la cinta Amores Perros, su trabajo se ha llevado a cabo fuera de nuestras fronteras ¿por qué, ahora que está a punto de llevarse la estatuilla, sí lo hacemos parte de nosotros?
No es tabú ni mucho menos que la gran mayoría de los cineastas nacionales exitosos han tenido que salir del país para ver sus sueños de filmar hechos realidad ¿no sería mejor que las autoridades, en vez de felicitar por Twitter, apoyaran a los creadores? ¿Y no sería mejor que en vez de tratar de apropiarnos de algo que no es nuestro apoyemos a nuestros directores viendo nuestro cine?
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