texto ANDREI MALDONADO
Basada en la novela La espuma de los días, Michel Gondry nos regala una nueva cinta en donde mezcla su ya conocido ingenio con una historia donde si bien el amor entre Chloe (Audrey Tautou) y Colin (Romain Duris) juega un rol fundamental, se muestran claras sátiras a la sociedad en las que se centró Boris Vian en 1947, mismas que hoy en día no han perdido vigencia.
Las exigencias de un sistema cada vez más mecanizado que no descansa, el burocrático sistema médico, la esclavitud de una sociedad sumergida en los protocolos y en el poder del dinero generan más que un simple contexto en el cual Chloe y Colin desarrollarán su encuentro-desencuentro amoroso, no exento de una inevitable tragedia.
Alejándose de su etapa hollywoodense con El avispón verde, Gondry vuelve a experimentar con el celofán, el algodón, las cajas de cartón y toda suerte de efectos visuales mitad escenografía barata y ostentosa mitad técnicas de stop motion, con los elementos ya clásicos en su filmografía como son una excepcional banda sonora y un casting maravilloso.
Además del acierto de crear una Audrey Tautou alejada de su rol de Amelie, Michel consigue armonizar nuevamente los elementos actorales-musicales con la ambientación de sus escenas, en las cuales vemos como el colorido tradicional del mundo parisino se torna en un azul índigo hasta quedar en blanco y negro, con una casa que poco a poco se va encogiendo en la misma proporción con que la extraña enfermedad de los lirios acuáticos crece en Chloe.
Quien en Amor índigo busque una reproducción exacta de las cintas anteriores del cineasta francés tendrá que recular, pues más allá del tema del amor o de su vistoso diseño de arte, esta es una historia que se narra desde una panorámica distinta, una donde vemos que muchas veces no basta con amar, ya que en el esquema de lo ideal los “felices para siempre” no existen.
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