sábado, 5 de julio de 2014

Compartir un Club Sandwich

por ERIC EDUARTE VILLA

Es la naturalidad de sentir atracción por otra persona lo que nos deja la nueva propuesta del cine mexicano. Club Sandwich, tercera cinta del director mexicano Fernando Eimbcke (Temporada de patos y Lake Tahoe) nos trae la historia de Paloma y su hijo Héctor de 15 años, un adolescente que tras un viaje a la playa junto a su madre conoce a Jazmín, una joven que ronda la misma edad que él. El joven lleva una relación con su madre muy especial al ser hijo único y sin tener la imagen paterna.

Dentro de su línea narrativa la película tiene dos ejes: el primero de ellos es la experimentación del enamoramiento de Héctor; y el segundo, el miedo a la soledad por pate de la madre, protegiendo a Héctor para que no la abandone tan pronto conozca a la primera chica en su vida.

La cinta de Eimbcke busca entregarnos el deseo y la fantasía del sexo de dos jóvenes que se descubren, logrando manejar el tema de sensualidad sin recurrir a diálogos ni escenas de morbo que pudiesen haber hecho que la película cayera en algún cliché erótico tan criticado de nuestro cine nacional. Sus grandes espacios de silencio musical, dejándonos únicamente los sonidos naturales durante las conversaciones y momentos de acción a lo largo de la película, nos entregan el verdadero juego de escondidas de dos niños.

Hasta cierto punto la cinta es polémica pero no termina por serlo. Algo en lo que Fernando no se atrevió a ir más allá, y puede resultar un atino ante tanto bombardeo de escenas de cama en el cine, pero la intención de llegar a ellas es muy clara, y sí, algo fuerte debía tener, ya que por pura inercia este tema en un terreno cinematográfico es para revelar las emociones y sentimientos en su máxima pureza, y se da cuando Héctor y Jazmín esperan sentados en la playa, y el goce de la masturbación mutua entre ellos dos se vuelve el clímax de sus deseos durante el film, mientras la madre de Héctor se pierde por un momento entre las olas del mar.

La otra parte de la película nos la deja clara el director con el personaje de Paloma, la mamá de Héctor. El tema de soledad en ella, toma fuerza con el protagonismo de estos dos chicos, acercándonos de esta manera a un final nada predecible. Tras un juego de retos y castigos con naipes entre los tres protagonistas, es donde el destino de uno de ellos cede a que avancen los caminos de los otros dos.

La película de Eimbcke viene a suavizar lo que hemos visto en el cine mexicano últimamente, una invasión de temas sociales y políticos. Una historia de la cotidianidad, pero más que nada de los efectos que nos nacen cuando salimos a conocer el mundo y las personas que nos harán sentirnos especial. Es una invitación a ver algo nuevo en la pantalla mexicana, sin embargo jugar con demasiada simpleza entre algunos emplazamientos con cámara y en sí con el manejo del tema de la seducción y no representar las demás las situaciones de amor entre dos jóvenes, puede llegar a resultar un trabajo frío visualmente cuando se busca explorar la pasión y el sexo en el cine.

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