texto BLANCA MALDONADO
El Monsterverse ha tenido un sin fin de producciones a lo largo de los años, esto lo ha logrado Hollywood, quien no ha reparado en reproducir en masa y sangrar al Kaiju más querido, Godzilla. Esto ha traído a Hollywood un trayecto irregular, dándole al público desastres como la cinta dirigida por el director Roland Emmerich o el gran acierto de “Godzilla” del 2014 y dirigida por Gareth Edwards.
Aunque la cinta renovó el interés por la saga, aún les faltaba algo que producciones japonesas lograron: el origen, historia y contexto de la mitología que dio vida al monstruo. Es aquí donde entra “Godzilla: Minus One”, dirigida por Takashi Yamazaki, que se convirtió en un éxito en taquilla.
Esta última producción celebra los 70 años de historia de Godzilla de la mejor manera, pues regresa al centro de la tradición con un pequeño presupuesto de 10 millones de dólares, poco a comparación de filmes anteriores. A nivel narrativo, Minus One regresa a los tiempos en que el monstruo prehistórico era una alegoría a la guerra nuclear, dejando en claro que Godzilla es una bestia furiosa que arrasará todo a su paso.
Atrás quedó el cine norteamericano de volver a la criatura un antihéroe o un villano. Aquí, el titán es una fuerza de la naturaleza que avanza en medio de la destrucción total. En comparación con la película anterior (la cual también fue un acierto), en la que “Shin Godzilla” (de Hideaki Anno y Shinji Higuchi) es un dios indestructible, una amenaza no sólo para los seres humanos si no para el mismo también; incapaz de poder detener su propio poder.
Minus One está ambientada a finales de la Segunda Guerra Mundial y cuenta la historia del piloto kamikaze Koichi, quien toma la decisión de desertar. Esta decisión es la clave para sus acciones futuras, incluso cuando se enfrente a Godzilla en varias ocasiones. El personaje enfrenta retos y situaciones que pondrán a prueba su valentía y supervivencia.
La trama aprovecha la vulnerabilidad de los personajes, haciendo un guiño a las víctimas de las bombas nucleares, tanto a las que fallecieron como los sobrevivientes de la tragedia. Esto permite enriquecer la historia, otorgándola de momentos dramáticos, emotivos y situaciones complejas que pondrán a prueba a un país que se encontraba en estado cero.
Continúa siendo una historia de un lagarto monumental, sin embargo, aquí no es ni malo ni bueno, no es un villano que tenga un plan de destrucción. Godzilla es tan sólo la consecuencia de acciones más grandes. Demostrando que el monstruo es “inevitable y terrorífico”, el rostro del mayor miedo de los japoneses.
El director utiliza efectos especiales prácticos, que permiten a la criatura tener una movilidad limitada, torpe y orgánica, como antaño. Además, enriquece la cinta con el soundtrack original con la que toda una generación se encariñó.
Podemos concluir que la primera nominación del querido monstruo al Oscar es más que merecida, pues esto marca un antes y un después en la saga, ya que deja la vara muy alta para los siguientes directores y productoras. ¿Hollywood logrará igualarlo? ¡Mejor esperemos más producciones japonesas!
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