jueves, 17 de diciembre de 2020

Una soledad con alas

texto y fotografía ANDREI MALDONADO

De pronto, la habitación se fue llenando de polillas. Las había de todo tipo, de todos los tamaños. Las pequeñas se habían anclado al interior del ropero, devorando su guardarropa. Las más grandes se paseaban entre los libros, alimentándose por igual de Cortázar que de Joyce. 

Recordaba cuando empezaron a proliferar. Primero no les dio importancia, achacaba su presencia a unas bolsas de harina sin usar en la despensa o al pan viejo, el cual carecía de trascendencia. Poco a poco fueron ganando terreno, empujándola hacia su habitación.

Comenzaron apoderándose por completo de la cocina. Le siguió la sala, de donde parecían emerger del acojinado del sillón. Revoloteaban de aquí para allá, desde el vestíbulo hacia las habitaciones de la planta alta, subiendo por la escalera de caracol, cubriendo las paredes. 

Inútil intentar exterminarlas. Entre más las mataba, más aparecían. Terminó por encerrarse en su alcoba, pero llegaron ahí también. Se filtraban por entre los huecos que dejaba la puerta, a través de la cerradura. Parecía que las polillas venían con el polvo que se colaba por la ventana.

Una noche ellas triunfaron, se irguieron victoriosas como dueñas de la casa. No había rincón que no estuviera tapizado por miles de alas grises y blancas, millones de antenas y patas. Manchas revoloteando, agitándose, revolviendo el ambiente, sonando al unísono como himno triste.

Se cansó de luchar, pues habían llegado hasta su cabeza. Ocupaban sus pensamientos, dominaban sus sueños. Decidió cerrar los ojos. Cuando se descalzó sus pies no tocaron el piso: una alfombra cálida y vibrante impidió que sus plantas chocaran con el frío suelo. Al desvestirse y echarse a dormir un cosquilleo móvil le recorrió la espina dorsal.

Cuando la encontraron estaba desnuda en la cama. Tenía dos mariposas negras sobre sus pechos, sus ojos eran dos hadas blancas que volaron asustadas ante la presencia de extraños y se desvanecieron en el aire. Su cabello parecía una red de pescador, donde estaban atrapadas decenas de ellas, sin poder volar.

Porque ella misma había sido una mariposa nocturna, algo de su interior había volado ya lejos, muy lejos, desde hace tiempo. En su aislamiento sólo consiguió la compañía de las polillas.

2 comentarios:

  1. Donde hay multitud de insectos revoloteando cerca de alguien, es síntoma inequívoco de que está poseído

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