texto ANDREI MALDONADO
Existen cortometrajes que son realizados con el objetivo de ser visionados en algún mercado de cine, en el área de “industria” de algún festival o concretamente son creados como pitching, para conseguir fondos y posteriormente convertirse en largometrajes. Desconociendo si Encuentro (2019) de Iván Lowenberg es de este tipo de cortometrajes, puedo decirles que, al final de los 17 minutos que dura solo puede uno decir: ¿y qué sigue?
Y la verdad es que el espectador se queda con ganas de saber más de los personajes, conocer un poco de su pasado y qué rumbos tomarán a partir de los acontecimientos contados. Para contagiarlos un poco de esa misma inquietud que me abordó a mí al verlo (pero sin hacerles spoilers) les diré que Encuentro es el gran ganador del pasado Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) en la categoría de cortometraje de ficción.
Pero lo importante aquí no son los premios o distinciones, lo realmente relevante del trabajo del director de La Castración es lo que nos cuenta. Nos vamos adentrando poco a poco en la vida de los personajes, en lo que en apariencia podrían ser dos familias muy dispares. Una está integrada por Lulú y Arcelia, dos mujeres mayores que viven juntas. Del otro lado está Julián, quien habita un departamento al lado de su madre y abuelo.
Conforme va avanzando la historia (porque afortunadamente no vi sinopsis alguna antes) vamos descubriendo el hilo que va conectando las historias. Lo más evidente pasa en casa de Julián, interpretado por el talentoso Hoze Meléndez. El joven vive rodeado de un ambiente tradicionalista, que lo desaprueba por cómo se viste y de cómo se expresa, hasta que terminamos descubriendo que lo que teme su madre tiene que ver con su sexualidad.
En casa de las dos mujeres una tragedia sucede y es cuando el espectador realmente sabe qué las conecta. Y cuando pareciera que nada une a las dos historias lo revelador sucede: Lulú era la tía de Julián y uno de los principales motivos por el cual no tenía contacto con ella tiene que ver en el rencor que su abuelo le guardaba. Tabúes sobre la identidad de género, situación que atrae fuertemente a Julián en búsqueda de sí mismo.
Al final el encuentro sucede y de ahí el final. Por eso es que el espectador se queda con ganas de más, porque si en 17 minutos Iván fue capaz de hacernos sentir tantas emociones ¡imagínense si esto se convierte en un largometraje! Sobra decir que la calidad de la imagen, los ambientes y las actuaciones amalgaman perfecto para hacer de este cortometraje un merecido ganador de la justa michoacana del año pasado con mucho futuro en festivales.
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