El cuerpo tiene memoria, pero ¿qué es lo que recuerda? Y aún más importante ¿qué es la memoria? ¿un lugar al que voluntariamente accedemos, o se parece más a una cinta de video que ha sido regrabada varias veces, y entre los cortes aparecen imágenes que creíamos perdidas?
Espasmos de la memoria, cortometraje de corte documental y experimental dirigido por la duranguense Jackelyn González, es un breve, pero sólido discurso de cómo, al tratar de recordar nuestro pasado, recordamos también el de otros (desde nuestra propia perspectiva, claro) y cómo un ensayo desde lo personal puede volverse universal.
El retroceder a un momento doloroso del pasado, en la búsqueda de una persona a la que sólo se le vio una vez y jamás se supo su identidad, lleva a la voz narradora en off (la propia directora) a revelar nítidamente los acontecimientos: desde los aparentemente intrascendentes hasta lo que, por terribles, preferiría tener en el olvido.
Es ahí que la memoria cobra consciencia propia y reclama su lugar ante el mundo consiente. Como una verdad cegadora se hace la luz entre las tinieblas y de pronto todo vuelve a ser, aunque nada ya es, pues a final de cuenta en la dimensión de los recuerdos las cosas no son reales, sino que están condicionadas a nuestros propios sentimientos.
El final resulta contundente: todo discurso no es más que un mensaje dentro de una botella, vagando a la deriva en la inmensidad de un océano intangible. “Por si acaso eres tú”. Qué mayor desprendimiento de lo personal y arrojo a lo universal encierra esa frase, como todas las demás, que acompañan las imágenes de recuerdos colectivos.
Estamos, sin duda, ante una obra mayor. Y como toda obra mayor no esperemos que sea acogida por las masas. Hay discursos tan bellos que son pocos los privilegiados que lo captan, y no solo eso, lo apropian como suyo, así como Jackelyn apropio a sus recuerdos aquella persona que conoció en los años tristes de la memoria.
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