texto y fotografía por ERIC EDUARTE VILLA
No recuerdo la fecha cuando asistí por vez primera al cine, pero sí recuerdo la película y la sala. Fue El Rey León, habré tenido 6 o 7 años de edad cuando la presencié en aquel Cinema 2001, ubicado en la calle principal de Durango. Aquella vez me tocó ver una cinta infantil pero siendo al final de cuentas un drama, me di cuenta de ello muchos años después. Comprendí en ese tiempo lo que te generaba una película, pero más que nada la experiencia de ver una cinta en una enorme sala. Las veces que fui a un complejo cinematográfico son innumerables y las que me falta por ir, espero alcanzar hasta el final de mis días seguir viendo salas de cine activas, claro, viéndome como un anciano.
Poco a poco han ido evolucionando, pero de pronto parece que van muriendo. Las grandes salas hoy en día sólo son un museo olvidado por las autoridades pero más triste es que fueron olvidadas por las personas ¿Dónde quedaron? Muchos de ellos ya se fueron con muchos recuerdos y anécdotas y pocos jóvenes buscan escuchar esas historias.
De Durango está por desparecer una gran sala que durante 30 años albergó el cine mexicano, aquel mítico Cinema Dorado 70´ tiene las horas contadas, sino es que para cuando estén leyendo esta editorial ya habrá sido derrumbado, así como aquella triste escena de la película de Guiseppe Tornatore, cuando es detonado el Cinema Paradiso para construir en su lugar un estacionamiento ¿Qué se puede hacer cuando a la sociedad no le importa lugares abandonados como un cine?
Siendo el caso del Dorado 70´ lo ven actualmente como un foco de infección debido al vandalismo y refugio que ha sido ese lugar para los vagabundos y una que otra pareja para usarlo como hotel… Los vecinos del cine piden a gritos que sea derrumbado, no ven que es un espacio que necesita ser requerido como sala de arte ¿Cuántas salas hemos visto que han desaparecido tras su abandono, no sólo en Durango, sino en todo el país, en todas partes?
Las generaciones de ahora buscan el cine en su dispositivo móvil y si van a una sala ya no es para apreciar una película, es más una cuestión social. Se acabaron aquellos días del Cinema Paradiso, de aquel cine que nuestros abuelos y padres visitaban cada fin de semana.
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