texto y fotografía ANDREI MALDONADO
México siempre ha sido un país solidario. Más de una vez ha abierto las puertas de su tierra a todos aquellos que han tenido que huir de su patria por algún conflicto bélico o político y, en esa generosidad, ha podido recibir a cambio los aportes más valiosos en el arte en todas sus expresiones.
El cine no ha sido la excepción y en él se ha tenido a grandes representantes de ese cine “exiliado”, uno de ellos Miguel Littín, quien visitó Durango para presentar Allende en su laberinto, su más reciente filme con el cual recibió el Centauro de Oro honorífico en el Festival internacional de Cine de Durango.
¿Cuál es la situación actual del cine chileno? Algunos expertos consideran que entró algo tarde en la historia en comparación a otras cinematografías latinoamericanas como Brasil, México o Argentina ¿cuál es su opinión?
En realidad las cinematografías que menciona son más o menos contemporáneas en su inicio. En el cine mudo todos tuvieron su mismo momento, pero el más grande momento del cine en Latinoamérica se tuvo en los 60’s y ahí casi todos comenzamos al mismo tiempo. El Nuevo Cine Chileno en el 68, el Cinema Novo Brasileño en el 64, el Cine Moderno Mexicano en el 69, movimientos que tuvieron que ver con el compromiso social de liberación del pensamiento de la América Latina. Se buscaba y se busca aún hoy, utópicamente, una unificación de la cultura latinoamericana.
En el caso de Chile una vez restituida la democracia con el término de la dictadura se comenzó a producir cada vez más películas y hoy en día hay varias generaciones de cineastas que trabajan con mucha dedicación y con gran talento y que están presentes en casi todas las manifestaciones del cine mundial.
¿Los nuevos cineastas y actores se acercan a usted? Nos comentaba el maestro López Tarso que actualmente las nuevas generaciones del cine nacional no lo toman en cuenta.
Pues qué lástima porque se pierden de un gran actor, los grandes actores nunca envejecen y eso es el maestro López Tarso. En mi caso soy cineasta y claro que me acerco a las nuevas generaciones. Fundé el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos con la Nueva Universidad de O´Higgins en la cual damos talleres, clases y cursos prácticos a los nuevos cineastas.
¿Qué tanto se ha podido acercar a la audiencia chilena a consumir su propio cine?
Ocurre lo mismo que en cualquier país latino en la lucha contra el monopolio de las grandes compañías norteamericanas que invaden el mercado y lo controlan. Yo no creo en las situaciones locales de las cinematografías. Las cinematografías son universales y por lo tanto considero que la América Latina es cada vez más fuerte y recupera público, identidad y fuerza cuando está unida. Por eso yo me considero un cineasta latinoamericano de origen chileno.
¿Cuál ha sido su experiencia de filmar en México?
Para mí México fue una gran oportunidad. Llegué exiliado y pude aquí, gracias a la solidaridad de los cineastas mexicanos, proseguir con mi obra y al mismo tiempo que mis hijos fueran a la escuela y pudieran entonar el himno mexicano con mucho orgullo. Para mí México es una estancia existencial en la cual también pude hacer películas, cortometrajes, dar clases en el CUEC, por eso es una de las experiencias más valiosas de mi vida.
¿Qué le queda por filmar?
¡Puf! Todo lo que yo pudiera, incluso empezar de nuevo, pero sabemos que los tiempos son los tiempos. Por lo menos unas tres películas más si es que se puede, pero si no lo harán los nuevos alumnos a los cuales estamos preparando para que lo hagan. El cine es la oportunidad de prolongar la existencia de uno mismo pero no solo en el cine que uno hace, sino también en las películas que a uno le gustan. Yo admiro el cine de todos mis colegas, todo el cine que se hizo antes de nuestro movimiento, el cine que se está haciendo hoy en día y la cinematografía emergente del tercer mundo
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