viernes, 8 de septiembre de 2017

Alberto Cortez: siempre habrá cosas simples

texto ANDREI MALDONADO
fotografía ÁNGEL MERAZ


“Durango forma parte especial de la infancia de todos aquellos que hemos visto películas de Cowboys”. Así es como Alberto Cortez, el gran cantautor de las cosas simples, se presentó ante los medios hace casi un año ¿por qué lo relato hasta ahora? No lo sé. Lo cierto es que al recordar cómo el gran maestro se cautivó ante un niño que casi cae al agua en el hotel donde se efectuaba la rueda de prensa no pude hacer otra cosa que darme a la tarea de recuperar el audio que resguardaba las preguntas que pude hacerle en octubre de 2016 previo a su presentación en el Festival Revueltas.

Maestro, usted es conocido como el ´cantautor de las cosas simples’ ¿cree que todavía hay cosas simples a las cuales cantarles en un mundo donde persiste la injusticia y la violencia?
No crea que todo es así, así nos lo plantea ese bicho prejuicioso que es la televisión, dicho esto como en broma en el sentido de que nos informa de tantas cosas que nunca nos habían informado que hace resaltar lo negativo que pasa en lugares tan distantes. Por supuesto que siempre habrá a qué cantarle ¿usted vio al niñito que casi cae al agua? ¡Cómo no cantarle a eso! ¿Hay algo más importante que esa criatura en este momento para los que creemos en la vida y la humanidad? Ese niño será un día como nosotros, grande, y tendrá la oportunidad de desarrollarse con lo mejor que él tenga. Las cosas simples están siempre ahí. A mí, cierto es como usted dice, me llaman el cantautor de las cosas simples, pero también son cosas simples las que canta Serrat y tantos otros como Bob Dylan, que le han dado un Nobel por esas cosas simples.

¿Y usted qué opina de que sea reconocido a un cantautor con un Nobel de literatura?
Bueno, yo no soy sueco (ríe), no participé en la votación, a mí me parece un hecho insólito ¿usted sabe cuántas personas fueron nominadas a un premio Nobel de la paz? Yasser Arafat, que fue vinculado a células terroristas, tenía un premio de la paz y muchos otros que fueron gestores y autores de cosas que no eran precisamente buenas ni aumentaban el valor de nuestra cultura. Henry Kissinger, otro. Yo le hubiera dado el Nobel de la paz a Bob Dylan, mucho más que el de literatura, que no es muy extensa. Su imaginación para la música ha sido importante para mejorar la conducta de las personas, creo yo.

¿Se ha terminado el romanticismo en la música?
No, para nada, sigue estando ahí. Lástima que se nos ha ido un grande que aportó mucho en ese sentido, Juan Gabriel ¿qué sería de nosotros sin esos poetas que llevan el romanticismo como punta de flecha para atravesar la historia y el tiempo y mejorar la vida? Todos somos románticos ¿quién no se conmueve con un niño, como el de hace rato, o con un animal que nos demuestra todo el afecto que nos tiene?


¿Tiene una canción favorita?
La que a usted le guste más (risas). No, yo no tengo una canción favorita. Tengo la suerte de haber alcanzado un estilo, una forma de hacer música, y eso es más importante que una canción. Una canción es un accidente. A uno se le ocurre hacer, por ejemplo, una canción sobre una persona a la cual le mandas una rosa todos los días. Al final la carrera se hace con una colección de accidentes.
Háblenos del respeto a la música y al público.

Los que trabajamos en la música, entre comillas, nos ganamos la vida con eso. Tenemos una casa, criamos a nuestras familias. Yo tengo respeto por todo lo que sea inherente al ser humano, y si el ser humano acepta que yo le proponga una canción y la gente la asume y la respeta a mí no me queda más que darles las gracias, ‘gracias a la vida que me ha dado tanto’, como decía Violeta Parra. Lamentablemente no hubo respeto a la vida de Facundo Cabral, mi entrañable amigo con el cual formaba un dueto único, con el cual compartía las comidas, las giras, los hoteles. Pero dos miserables balas le quitaron la vida, pero no le quitaron el alma. Esa sigue acompañándonos por siempre.

¿A qué atribuye que las canciones que llevan tanto tiempo acompañándolo sigan significando incluso a generaciones que nunca lo han visto en vivo?
Es el respeto. Cuando yo escribo una canción no me conformo con que las cosas se digan de manera clara, sino que además lleven un signo de belleza. Hay canciones mías que todavía al ensayarlas me hacen llorar y es eso, que las escribí con tanta pasión que me hacen introducirme en ellas.

¿Qué más le queda por escribir, a qué le gustaría cantarle?
Pensaría mejor ‘¿qué me queda por hacer?’. Por ejemplo cantar, que me gusta mucho. Sobrevivir, dormir y soñar. Porque eso es lo que no quiero que me abandone. Soñar es una especie de vivir en otra vida paralela a la que estamos viviendo, y yo sueño muchas cosas. Me gustaría que se tuviera en cuenta más a la gente que a los intereses políticos del mundo. Si así fuera no existirían niños muriendo aplastados por las bombas.

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