lunes, 1 de enero de 2018

Cineclub Trotamundos, un nuevo espacio para el cine en Durango

texto JACKELYN GONZÁLEZ

Seguimos dándole un espacio al cine en nuestra escuela, homenajeando ese ritual de reunir individuos en una sala oscura frente a una pantalla que es ventana hacia otras visiones, otros mundos y realidades. Fuente directa de sensaciones.

Con la libertad que un Cineclub brinda que es la de no sólo ver cine y conocerlo, sino también comentarlo y analizarlo, enfrentándonos más allá de cualquier género cinematográfico al ser humano mismo en cada filme, viajando a través de la "transformación del personaje", sufriendo esa catarsis aristotélica que de carácter dual nos sumerge como espectadores en un "dentro de" y "fuera de" de la evolución dramática al mismo tiempo. En otras palabras empatizamos con "n" personaje y vivimos su historia dentro de sus zapatos, sentimos y nos cuestionamos como si a nosotros mismos nos ocurriese tal progresión de eventos y al mismo tiempo vemos el panorama de las cosas desde afuera.

Creo que como cinéfilos buscamos ver películas por el mero deleite de ver cómo estas han sido construidas y pensadas, cómo se desarrolla su discurso, cómo se monta en escena, en imagen la idea primero plasmada en papel, cómo funciona tan orquestadamente cada departamento, cada parte del filme. Cómo mira la cámara, cómo se mueve la historia, cómo se tambalea nuestra atención entre lo técnico y lo artístico, entre lo filosófico, lo social, lo emocional, lo verosímil y lo estético; entre la mirada crítica de persona con ganas de ser cineasta y la de enamorado del cine. De enamorado primerizo, que todo cuanto ve adora, que todo cuanto ve gusta, con la inocencia de Toto en la cabina de Cinema Paradiso.

Pero como humanos ¿Porque vemos películas? Quizá por la necesitad de sentir, todos buscamos sentir emociones. Entre la evasión de nuestra vida y la búsqueda de entenderla nos sentamos frente a una pantalla, frente a una historia nacida para ser contada una y otra vez como la tradición oral de los relatos populares y las leyendas regionales, para ser contada y escuchada y en este caso también vista.

Sin saberlo buscamos el viaje de las emociones, como si sufrir la catarsis aristotélica nos salvara la vida o nos reconectara con ella, a veces pienso que las emociones y los sentimientos son más reales en pantalla que en la vida diaria, claro que en pantalla han sido hechas para ser mostradas, para ser así de transparentes así de puntuales y en función dramática de conmover o incluso incomodar al espectador.

La fábrica de sueños se decía al cine en tiempos del Hollywood naciente y de crisis mundiales. La fábrica de emociones le digo yo ahora, en estos tiempos en los que a veces se pierde la sensibilidad y la empatía, que por ahí me decía un amigo es lo que más nos hace humanos, por tergiversarla y tratarla por sensiblería mal fundamentada. Si el quehacer artístico una gran responsabilidad tiene es esa, la sensibilización y la humanización tanto de quien lo crea como de quien lo mira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario